La uva embolsada del Vinalopó y Uvas preparadas para Nochevieja
No cabe duda de que en la provincia de Alicante se come —y se bebe— muy bien. Será por su privilegiado enclave, que permite cultivar con un suave clima mediterráneo durante todo el año, o por la cantidad y variedad de los productos autóctonos y típicos de cada comarca...

Pero, si Alicante destaca por algo, además de por su buen tiempo, es por su excelente gastronomía. De norte a sur, podemos encontrar muchos productos con Denominación de Origen Protegida, como la uva de mesa del Vinalopó, que ahora gana protagonismo con la llegada de la Nochevieja y que diferentes marcas comercializan en la provincia.
En los municipios de Agost, Aspe, Hondón de los Frailes, Hondón de las Nieves, La Romana, Monforte del Cid y Novelda, situados en el Medio Vinalopó Alicantino, se producen las únicas uvas de mesa que ostentan la máxima figura de calidad reconocida en la UE: la Denominación de Origen Protegida (DOP) «Uva de Mesa Embolsada Vinalopó».

La principal característica que distingue a estas uvas es el empleo de la técnica de embolsado, consistente en la colocación de un particular vestido de papel alrededor de cada racimo, que hace que la uva crezca protegida de elementos agresivos externos y potencia sus condiciones naturales de aroma y sabor, al madurar los racimos en la cepa.

Cada campaña, se colocan unos 250 millones de bolsas, trabajo íntegramente manual para el que se emplea una gran cantidad de mano de obra. El periodo de recolección se inicia a finales de agosto y finaliza a principios de enero con las variedades más tardías.

Durante todo este tiempo, el trabajo y esfuerzo de nuestros agricultores hacen posible que podamos disfrutar en nuestras mesas de una excelente uva, cuya producción contribuye al desarrollo de toda una comarca.



El campo de concentración de Albatera fue uno de los más duros que hubo en España tras el final de la Guerra Civil Española. Se instaló en lo que fue un antiguo campo de trabajo de la República nada más terminar la Guerra Civil Española, y permaneció abierto hasta octubre de 1939. Estaba ubicado en el actual el término municipal de San Isidro, comarca de la Vega Baja del Segura,  provincia de Alicante en la Comunidad Valenciana en España.

El campo de concentración de la República
El 24 de octubre de 1937 se inauguró el campo de Albatera. Aquel domingo se desplazaron a la localidad, el gobernador civil y el presidente de la Audiencia Provincial; el inspector de Prisiones, Simón García Martín del Val; el director del reformatorio de adultos de Alicante, señor Crespo; y varias personalidades más, quienes con las autoridades de Albatera y Crevillente, dieron la bienvenida al ministro de Justicia, Manuel Irujo, y al director general de Prisiones, Vicente Sol. Posteriormente, los técnicos especialmente con un ingeniero agrónomo- explicaron a los asistentes «lo que era en la actualidad y lo que había de ser en un futuro próximo aquel campo de trabajo: 40.000 hectáreas de saladares se convertirían en terrenos laborables. Magno proyecto que ya en el siglo XVII, inició el Cardenal Belluga».

Días antes, la prensa anunció el acto. Por ejemplo, «El Luchador», el veintiuno de octubre, dice que «iniciada en el siglo XVII esta gran obra de colonización por el Cardenal de Belluga (Luis Antonio de Belluga y Moncada, 1662-1743), quedó paralizada, sin que en los actuales tiempos pudiera continuarse, en razón de su coste». También nos ofrece un dato de considerable interés: «Está calculada para albergar tres mil reclusos». Con anterioridad, en el mitin organizado por las Juventudes de Izquierda Republicana y celebrado en el Cine Monumental, el 17 de octubre, el diputado y director general de Prisiones, Vicente Sol, manifestó: «Por decreto de 26 de diciembre de 1936, se crearon los campos de trabajo que significan una noble innovación en el régimen penitenciario español haciendo que el recluso se gane con su esfuerzo lo que cuesta sostener al Estado y se reivindique por el único sistema que puede tener un hombre para hacerlo, es decir, por medio del trabajo». Y agregó: «Dentro de diez o quince días, habrá allí dos o tres mil hombres trabajando».

El decreto invocado se publicó en «La Gaceta de la República. Diario Oficial» número 362, y en él se especifica que tales campos se crean para los condenados por los Tribunales Especiales Populares y por los Juzgados de Urgencia que entienden en los delitos de rebelión, sedición y desafección al régimen». Está dado en Barcelona, en la fecha indicada, y firmado por Manuel Azaña y el presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero.

En el Campo estuvieron presos el abogado de Alicante, natural de Castalla, Antonio García Leal; el procurador de los Tribunales eldense, Francisco Hellín Almodóvar; Algimiro Torrecillas Cimadevilla, que luego ocuparía importantes cargos; el historiador y abogado ilicitano Alejandro Ramos Folqués; el sacerdote oriolano, don Saturnino Ortuño Pomares, que con ocasión de la Nochebuena de 1.938, encontrándose en el Campo, escribió un poema a su amigo de Albatera, Pascual Cánovas Berná.

Con el tiempo y la victoria franquista, allí irían a parar miles de republicanos. La «Hoja Oficial de Alicante», de 28 de abril de 1939, informa que «se habían internado en él a seis mil ochocientos rojos», aunque se barajan cifras bastante más altas.[cita requerida]

El campo de concentración franquista
Tras el final de la Guerra Civil en el puerto de Alicante, y después de haber pasado por el denominado "Campo de los almendros" en la ciudad de Alicante, comenzaron a llegar al campo de concentración de Albatera miles de prisioneros, que habían acudido a Alicante con la esperanza de embarcar y huir de la represión franquista. Llegaban en convoyes ferroviarios y en camiones tras un largo y penoso viaje. La cifra de prisioneros se sitúa entre veinte y treinta mil.

El campo de concentración quedó establecido el 11 de abril de 1939 según una nota del Estado Mayor de Franco. Las condiciones de vida en el campo eran durísimas; la única comida que recibían los presos eran chuscos de pan y sardinas. También era notable la sed que padecieron los presos por la falta de agua y el enorme calor que hacía en el lugar. En cuanto a las medidas represoras también fueron de enorme dureza. Se produjeron torturas, todo tipo de humillaciones y vejaciones, y fusilamientos. Se numeraba a los presos, de tal forma que si uno de ellos se fugaba, se fusilaba a los que tenían los números anterior y posterior.

Además de estos asesinatos, que se producían sin juicio previo, estaban las constantes “sacas” de presos. Grupos de falangistas y “vencedores” venían desde todos los puntos de España a buscar presos conocidos por ellos. Una vez localizados, se los llevaban en camiones y los fusilaban en los alrededores del campo.

La organización de los presos y las fugas
Los prisioneros del campo empezaron a organizarse en torno a los partidos y sindicatos a los que pertenecían; así, se crearon agrupaciones del PCE, de la CNT, etc. Algunas de estas organizaciones crearon sus propios comités de fugas, cuya función era dar cobertura a los compañeros que iban a fugarse.

La mayoría de las fugas se produjeron cuando se enviaban a algunos presos a sus pueblos con la orden de presentarse ante el juez o el alcalde, evidentemente muchos de ellos no volvían a aparecer por sus pueblos.[cita requerida]

Los anarcosindicalistas organizaron un sistema de fugas gracias a que un miembro de la FIJL de Madrid, apellidado Escobar, se había infiltrado en la II Bandera de Falange del Puente de Vallecas, consiguiendo impresos de certificados de buena conducta y de declaraciones de haber pertenecido a la «quinta columna», que rellenados con los nombres pertinentes permitieron la liberación de varios recluidos en el campo.1​ Una de las personas que recobró la libertad gracias a estos documentos fue Esteban Pallarols, quien inmediatamente se puso en contacto con tres dirigentes libertarios que se encontraban escondidos en Valencia para constituir la junta nacional del Movimiento Libertario cuya principal actividad fue falsificar documentos que permitieron liberar más presos del campo de Albatera y de otros campos de Valencia, que rápidamente fueron trasladados a Barcelona y de allí a Francia. Para encubrir los viajes Pallarols creó la empresa tapadera Frutera Levantina oficialmente dedicada al transporte de fruta desde Valencia a otras partes de España.2​

Los comunistas, por su parte, crearon un comité que logró ponerse en contacto con una red de evasión que desde el otoño de 1938 funcionaba en el norte de España, integrada fundamentalmente por mujeres, para que los que lograran escapar pudieran pasar a Francia. De esta forma cruzaron la frontera varios cuadros medios y altos del PCE que no habían sido evacuados en los momentos finales de la guerra, como Jesús Larrañaga, Manuel Asarta, Casto García Roza, Manuel Cristóbal Errandonea, Félix Llanos o Encarnación Fuyola, entre otros. «El procedimiento de evasión de los presos designados por el comité para la fuga fue a la vez simple e ingenioso. Un grupo de presos encargado de montar un poco más allá de las alambradas tiendas de campaña de procedencia italiana destinadas a alojar a la creciente población penal del campo, empezó a construir en éstas pequeños escondrijos. Los presos que se escapaban de noche del campo se ocultaban en éstos mientras que los soldados de guardia rastreaban toda la zona en su busca. En cuanto se había aflojado la vigilancia los escapados contactaban el primer eslabón de la cadena, y éste, tras haberles facilitado documentación falsificada, los pasaba a su enlace más próximo, y este procedimiento se repetía hasta que el preso había llegado a Pamplona. Allí los solía recoger un grupo de contrabandistas para llevarlos al otro lado de la raya fronteriza». La red funcionó hasta septiembre de 1939 en que fue desarticulada por la policía franquista, siendo detenidos más de un centenar de sus componentes.3​

El cierre del campo
El campo de concentración se clausuró en el mes de octubre de 1939, poco tiempo después de comenzar la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los presos pasaron entonces a centros penitenciarios, batallones de trabajo, trabajos forzados o fueron condenados a muerte después de un consejo de guerra sumarísimo.

Este campo de concentración que apenas funcionó durante seis meses ha sido calificado por los que allí estuvieron como la más terrible experiencia de toda su vida.